Me gusta hablar con las plantas. Así, en una conversación con una flor se me ocurrió la slavisation del Eje Cafetero, la vuelta al feudalismo pero con humor y sin campaña electoral, una utopía fruto de mis lecturas. Es culpa de pfa. Su culpa, sí, que yo no quiera conocer el mar sino el Danubio. Sí, mi tardía niñez no termina sino con la lectura de un libro homónimo de un tal Claudio Magris. Por eso, años más tarde, en 2013, pude ver, estrechar la mano, hacer firmar libros y hasta tomarme fotos con éste, con Magris. No es raro pues que cuando preguntan qué leer, no diga libros, sino literatura centro europea.
El final del año que acaba de irse fue prolijo en lecturas de este tipo. La caída de un imperio es la razón, su nostalgia y la humareda que eleva el mito desde la sima del cráter donde ardió, pero en la que antes florecía un águila de dos cabezas, extraño ser real e imperial. Dos libros, motivo suficiente; gratitud, esas son la razón de las líneas que siguen.

Jaromil Jireš vs Vítězslav Nezval. La imaginación tiene un único reto: superar al séptimo dios, Kino, deidad del cine. Gracias a la videoteca del Centro Checo pude ver, ha años, la adaptación cinematográfica de Jireš. Tapa na cara. La dirección de arte me dejó sin palabras, con la boca abierta y con el fulgor aleteando en mis venas. Mientras pasaban los créditos, decidí leer el libro; o buscarlo, por lo menos. Por esa razón, no pude curarme de la terrible herida que me produjo ver el film de Jireš, sino hasta llegar a la última página del original de Nezval. No lo intenten en casa, ni fuera de ella.

Si los árboles de guayaba agria crecieran allí —sí, allí donde apunta el index— sería un lugar sagrado. Pero como eso no pasa, para compensar hay grandes escritores. El 2013 fue, como todos, un año espantoso y cruel, pero se leyó bien, las páginas de los libros se portaron bien. No, mentiras. Gracias, Europa Central, aunque ya no existas.
Felipe Calderón
Corresponsal Libélula Libros
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